Tres colegios privados impulsan una política “libre de celular”. Los chicos van sin móviles a cursar o los dejan en un locker y los retiran al salir. Sus responsables destacan que disminuyeron los casos de bullying y que los alumnos se conectan entre sí de otra manera.
En una cotidianeidad marcada por los extremos, por los blancos y los negros y por la siempre infaltable grieta, no sorprende encontrar a esos extremos que, en cierto modo, se tocan entre sí ante distintas situaciones. En el uso de los teléfonos celulares en las escuelas, este debate entre “apocalípticos” e “integrados” no es la excepción.
Están aquellos que han intentado trabajar en la vinculación de las nuevas tecnologías y estos dispositivos a las currículas escolares y a sus contenidos, intentando dejar de lado aquel paradigma que acompañó a los primeros celulares y su terminante prohibición en las aulas.
No obstante, también hay casos de establecimientos en los que, tras intentar recorrer este camino y descubrir lo difuso de los límites entre el uso y el abuso, han regresado a una idea similar a aquellas de los primeros años en que el celular irrumpía en el día a día.
“La idea es la de desconectar para conectar, porque los chicos dejan los teléfonos y se vuelven a conectar entre sí de otra manera en la que disfrutan más. ¡Y se nota!”, describe Santiago de Casas, uno de los integrantes del consejo de dirección de los colegios Apdes Mendoza.
En la provincia son tres los establecimientos educativos privados que son parte de la Asociación para la promoción deportiva, educativa y social (Apdes). Y que, como De Casas define, son “colegios libres de celulares, en nivel jardín, primario y secundario”.
Se trata de Los Olivos, Portezuelo y el jardín infantil Platero, todos ubicados en Guaymallén. Desde 2021 vienen trabajando en esta metodología que implica que los chicos vayan a clases sin sus celulares y, en caso de llevarlos, los dejen en un locker bien resguardado durante las 8 horas en que se encuentran cursando.
Claramente que no es una incomunicación plena ya que, en caso de tener que coordinar algo con la familia o pagar por billetera virtual el almuerzo, por ejemplo, pueden recurrir al dispositivo. De hecho, no se trata de una restricción planteada desde un rol autoritario o símil carcelario.
“No es una prohibición por la prohibición en sí, sino que es todo parte de una línea en la que estamos trabajando dentro de la escuela y con las familias”, destaca De Casas.
Entre las principales consecuencias positivas que se observan en estos tres establecimientos mendocinos que son parte de una misma unidad “libres de celulares”, el directivo resalta que disminuyeron los episodios de ciber bullying, de consumos problemáticos de redes y hasta que los chicos y las chicas han logrado reconectarse entre ellos de otra manera.
“Los tres colegios comparten un mismo predio y tienen mucho espacio al aire libre. Y antes veíamos que, en los recreos, todos estaban en un mismo lugar y con el teléfono en la mano. ¡Y todo ese espacio estaba vacío! Ahora, con los recreos sin celular, el cambio ha sido impresionante. Los chicos han vuelto a jugar al truco, a las figuritas y hasta a las canchas a practicar un deporte”, detalla De Casas.
En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, de acuerdo a un informe de diario La Nación, son 30 los colegios que también se han sumado a esta tendencia de desconexión del celular. En su mayoría, son establecimientos de gestión privada.
Mientras que en Mendoza, al menos en lo que tiene que ver con la educación pública, no se ha pensado implementar este modelo. De hecho, según destacaron desde el Ministerio de Educación, Cultura, Infancias y DGE, se está poniendo hincapié en la integración y un mayor protagonismo de estos dispositivos en los contenidos escolares con temas como nuevas tecnologías e Inteligencia Artificial (IA).
“Es fundamental buscar el punto medio. Porque hay que entender que no es cuestión de ‘muerto el perro, se acabó la rabia’ o de, si saco el celular, se acabó el problema”, destaca el director del Observatorio de Argentinos por la Educación, Alejandro Castro Santander.
“Es cierto que no es necesario usar el celular para todo. Pero, por ahí, para algún tipo de actividad sí está bueno que los chicos sepan utilizarlo. El desafío es hacer al usuario responsable de la tecnología porque va a seguir avanzando y va a ser mayor. Pero hay que incluir ética a todo esto”, añade el referente.
Incluso, resalta que la gran deuda de convivencia en el sistema educativo está instalada, independientemente del celular.
COLEGIOS LIBRES DE CELULARES
Entre Los Olivos (primario y secundario para varones), Portezuelo (primario y secundario para mujeres) y el jardín infantil Platero (mixto) hay 825 estudiantes. Son las tres escuelas incluidas en Mendoza entre los 21 establecimientos de la red Apdes en Argentina.
La problemática sobre el abuso y consumo problemático del celular lo observaron después de la pandemia, una vez que se regresó presencialmente a las aulas. “Si bien el celular había sido importante para la escolaridad en pandemia, cuando volvimos notamos que el impacto de la tecnología era alto. Además, era notorio cómo había bajado la concentración de los chicos. El celular se convirtió en una extensión de la mano de los chicos y ya era un enemigo más que un aliado en la educación”, explica De Casas.
A fines de 2021 y comienzo de 2022, las escuelas de Apdes en Mendoza iniciaron su política de “colegios libres de celulares” a raíz de estos efectos negativos. Y en 2023 fue la propia Unesco la que confirmó que el uso del celular podía tener efectos contraproducentes en los establecimientos educativos.
La ansiedad y dependencia del celular fue uno de los efectos que se observaron en estos tres colegios, a los que se sumaron la exposición en las redes, los trastornos de alimentación y algunas amenazas relacionadas con el juego y las apuestas online, problemática que hoy aqueja a todo el país y sus adolescentes.
“En nuestro colegios, el año pasado trabajamos mucho en lo referido a los trastornos vinculados a los juegos online. De hecho, era muy notable en la medida en que los chicos iban creciendo y, ya con 13 años, tenían, por ejemplo, su Mercado Pago y su dinero, el riesgo de ir entrado al juego online”, prosigue De Casas.
La decisión de sacar los celulares de las aulas y del colegio no fue una mera imposición en Los Olivos entre 2021 y 2022, y en Portezuelo en 2023 y 2024. De hecho, se abordó desde la disciplina positiva y hubo todo un trabajo de consenso con los padres y las familias de los estudiantes.
En ese sentido, más allá de las 8 horas sin móvil en la escuela, el objetivo es que estudiantes y padres también trabajen en la “desconexión” de los aparatos en los hogares y ámbitos privados, no con un enfoque desde el castigo y la prohibición, sino desde la recapacitación.
“Los resultados han sido muy positivos. Si bien es cierto que durante los primeros años a los chicos no les gustó mucho, después lo entendieron y hasta terminaron agradeciéndolo”, resume Santiago de Casas, del consejo directivo de las escuelas Apdes Mendoza.
“INCORPORAR TECNOLOGÍA NO ES SINÓNIMO DE MEJORAR LA EDUCACIÓN”
En 2012, el director del Observatorio Argentinos por la Educación, Alejandro Castro Santander, presentó su libro “Conflictos en la escuela de la era digital”. En ese momento ya se habían expuesto los conflictos de recurrir al teléfono celular y su uso en la escuela como si fuese una “computadora móvil”.
A 12 años de este primer debate (y contando…), el dilema sigue siendo el mismo para el especialista: ¿hasta qué punto puede ayudar el celular y cómo se lo tiene que integrar a la escuela?
“El cómo implementar el teléfono tiene que estar planificado, se tiene que tener en claro cómo usarlo. Si no, es preferible directamente tenerlo apagado”, resumió Castro Santander.
Para el especialista, entre las contras de no poner un límite a estos dispositivos se destaca el aislamiento de los estudiantes con el teléfono, la ciber violencia, el ciber bullying e, incluso, la posibilidad de filmar y viralizar estas situaciones.
De hecho, detalló que el mismísimo coordinador de las pruebas de calidad educativa PISA llegó a la conclusión de que no se veía que, por sí sola, la tecnología y la informática aplicada a la educación aportara algo positivo a la calidad educativa.
“No hay que entrar en el esnobismo de creer que la tecnología es sinónimo de calidad. Hay instituciones que se llenan de tecnología, pero tienen un mal proyecto educativo y con malos resultados. Entonces, todas esas computadoras, tablets y teléfonos llevan a que se siga teniendo una mala escuela, pero con tecnología”, acotó el estudioso.
En la era de la coexistencia con la IA, para el referente educativo debería ser un desafío el determinar cómo utilizarla e integrarla.
“Tiene que haber un punto de inicio, para ir creando y formando usuarios responsables de la tecnología. Cada novedad o moda que surge, son los chicos los primeros en utilizarla. O la desechan. Tiene que haber un camino: el tema pasa por el proyecto y la forma que voy aplicando, no solamente por prohibir cualquier cosa que genere sospecha”, concluyó Castro Santander.