La existencia de esta figura profesional ha crecido en las escuelas, sin embargo, no se justifica en todos los casos.
Cada vez con más frecuencia se observa en las instituciones educativas de Mendoza, tanto en la gestión pública como en la privada, la presencia de docentes de apoyo y acompañantes terapéuticos. Ante esto, surge un interrogante: si todos los chicos que tienen Certificado Único de Discapacidad (CUD) están obligados a concurrir a la escuela con esta figura.
La respuesta es no. Sin embargo, no todos los padres están al tanto de esta situación. Incluso, son varios los establecimientos, en especial privados, que excusándose en el “derecho de admisión” exigen la figura del acompañante terapéutico para que el estudiante pueda formar parte de su matrícula. Y no sólo eso, sino que muchos admiten hasta dos niños con discapacidad por sala.
“Antiguamente, se hablaba de discapacidad de un modelo médico. O sea, el problema estaba en la persona y ésta tenía que rehabilitarse y superar escollos. Con el tiempo, eso cambió y la mirada se puso en la sociedad que, en definitiva, es la que debe eliminar las barreras para que la persona con discapacidad pueda tener acceso en igualdad de oportunidades“, expresó a El Sol María de los Ángeles Zavaroni, directora de Educación Especial de la Dirección General de Escuelas (DGE).
Cuándo es obligatoria la presencia del docente o acompañante en el aula
Teniendo en cuenta la resolución 3401, firmada en el 2018, la DGE estableció que la existencia de discapacidad o de algún diagnóstico no justifica en sí mismo la necesidad de un acompañante/asistente externo a la hora de educarse.
“Ni el establecimiento educativo ni los docentes podrán exigir a los padres que el
niño asista a la escuela con un acompañante terapéutico. De considerar que resulta
imprescindible, la decisión no se podrá tomar de manera unilateral, sino que
será necesario elevar un informe al Equipo de Apoyo a la inclusión educativa para que, en conjunto, consideren el caso y definan las medidas a tomar”, sostuvo la funcionaria.
Asimismo, agregó que, según indica la normativa, “en ningún caso, ni en la enseñanza pública ni privada, la presencia del docente o acompañante terapéutico puede considerarse como requisito o condición permanente de inclusión”.
Por otro lado, Zavaroni sí aclaró que los estudiantes que poseen una discapacidad motriz, visual, conductual o neurológica sí están habilitados a concurrir a la escuela con una docente de apoyo o acompañante terapéutica.
La realidad en las aulas
El asistente terapéutico en el ámbito escolar se encarga de ayudar al alumno a generar y sostener vínculos con sus pares.
Asimismo, si el niño sufre alguna discapacidad motora, el acompañante facilita su desplazamiento por la institución, al mismo tiempo que lo sostiene y estimula en los momentos en que las inhibiciones emocionales lo limitan en su desempeño cognitivo.
En las escuelas estatales de Mendoza existe la presencia de docentes de apoyo que brindan su asistencia a más de un estudiante con discapacidad a la vez.
Se trata de profesionales que, a diferencia de los acompañantes terapéuticos, cuyos sueldos son solventados por las obras sociales, brindan un estímulo o hasta dos por semana a los estudiantes a cargo.
En tanto, en los colegios privados, la figura de acompañantes terapéuticos está en alza, aunque también existe mucha dificultad para encontrarlos.
“Estos profesionales perciben su sueldo con base en un nomenclador establecido por la Superintendencia de Salud y cada vez son menos los que deciden trabajar por lo poco que cobran. Los que lo hacen perciben sus honorarios con una demora de entre tres o cuatro meses, por ello, la falta de profesionales”, explicaron referentes del sector.
Desde el gremio que nuclea a los docentes privados refirieron que el número de niños con CUD creció en los establecimientos, por ende, el número de acompañantes también.
“Hay colegios que llegan a superar a tres profesionales por sala y el mayor inconveniente que se da es que los chicos no logran ser incluidos en la enseñanza. Sí están integrados, pero no hay inclusión”, manifestaron.
La palabra de los padres
Frente a este panorama, muchos padres con chicos con discapacidad refirieron preocupación por las condiciones en las que se educan sus hijos.
“Mi hijo tiene 4 años y fue diagnosticado este año con autismo. No tengo obra social por razones económicas, de modo que el Estado me facilitó la presencia de una docente acompañante que sólo asiste a la escuela una vez por semana, ya que cumple obligaciones con otros chicos”, contó Noemí. Y agregó: “Todos los días me llaman del establecimiento por el comportamiento de mi hijo o por determinadas cuestiones. No puedo pagar acompañante, entonces, tengo que limitarme a lo que me da el Estado”.
Cristina tiene un niño con Déficit atencional. Asiste a una escuela estatal, en Colonia Segovia (Guaymallén) y su hijo todos los días va acompañado por una terapeuta, que paga su obra social.
“La propia escuela me exigió la presencia de la acompañante, ya que mi hijo no lograba avanzar en su conocimiento. El tema es que cuando la profesional no asiste él también tiene que faltar porque su descontrol interrumpe la sala”, comentó.
“Muchas veces, las autoridades de la escuela me han llamado porque mi hijo llora o no logra controlar sus emociones, incluso, me han sugerido retirarlo una hora antes que el resto de los alumnos. La inclusión no es muy cierta en las aulas”, sentenció.
Yamina tiene una hija con CUD por Trastorno Específico del Lenguaje (TEL). La pequeña tiene 4 años y concurre a un colegio privado. Su abordaje comenzó siendo muy pequeña, sin embargo, a la hora de escoger un establecimiento educativo, la primera exigencia fue la presencia de un acompañante terapéutico.
“Durante la entrevista con los directivos solicité la posibilidad de que la niña fuera evaluada antes de incorporar la figura del acompañante y la respuesta fue negativa. Aseguraron que la presencia del profesional la iba a ayudar para manejarse mejor en la sala”, explicó la madre.
A los seis meses de cursado, las autoridades escolares, teniendo en cuenta los avances de la menor, decidieron bajar el número de días que asistía la terapeuta, de cinco a tres veces por semana.
Este año, la exigencia por parte del colegio volvió, pese a los avances, incluso, a la hora de realizar su doble escolaridad, también fue requerida la presencia de la acompañante.
“En este caso, resolví no enviar a mi hija a Inglés, ya que al no formar parte de la escolaridad obligatoria, los honorarios de la acompañante terapéutica los tengo que abonar de manera particular, ya que la obra social no me los cubre”, concluyó la mujer.