El arte con arcilla se consolida como el refugio antiestrés de las nuevas generaciones.

Con el correr de los años, la cerámica no solo se ha transformado en una de las actividades más elegidas por las generaciones más jóvenes, sino también en un espacio para dejar atrás las cargas diarias.
“Arranqué cerámica porque me dijeron que relajaba un montón. Me pareció lindo poder hacer algo que te relaje y que a la vez sea útil. Es el momento de la semana que más espero. Las tres horas que estoy ahí, entro y me olvido de todo. Es una desconexión total. Estoy ahí y todo el resto es silencio“, describe Milagros, una joven mendocina que toma clases de cerámica desde principios de 2024.

Ana Clara Teruel o profe Anita, como la llaman sus alumnas, tiene un taller de cerámica en la Ciudad de Mendoza. Hace años trabaja en el rubro y asegura que la cantidad de alumnos ha crecido considerablemente. En enero de este año, la docente se sorprendió por el número de consultas que, según cuenta, no le había sucedido en oportunidades anteriores.

“Antiguamente, asistían señoras retiradas o jubiladas, o porque se habían ido las hijas de la casa o quedaban viudas. Estoy fue evolucionando con el correr de los años. Hace aproximadamente seis años empezamos a ver mujeres cada vez más jóvenes. En el taller hoy la mayoría tienen entre 18 y 40 años“, expresó la mujer que lleva adelante el taller “Las Marías”.
La cerámica como terapia
Carolina quería una actividad para “desenchufar”. Si bien cerámica no estaba inicialmente en sus planes, sus amigas la convencieron para iniciar la actividad.
“Escuchaba a mis amigas que todo el tiempo hablaban de cerámica, de lo lindo que era y de cómo les servía para dejar de lado, aunque sea unas horas, el estrés, los problemas cotidianos. Las notaba a todas tan entusiasmadas que decidí probar. La primera clase que fui me encantó. Me sentí identificada con todo eso que había escuchado y descubrí que era un espacio ideal y muy especial para desconectar“, desarrolló la mendocina de 29 años.
Pero la influencia de la cerámica no solo la perciben las jóvenes, sino también las docentes que notan como sus alumnas se relajan cuando entran al taller.

“Escucho que para ellas es una terapia. Esperan que llegue el día para poder asistir nuevamente. Observo las complicaciones o problemas que tienen, pero cuando llegan y se sientan, se calla el cerebro. Realmente es un lugar terapéutico“, aportó la profe Anita.
“La terapia va por todos lados, se cultivan muchas cosas. Es el simple hecho de tocar la arcilla y empezar un proceso que es largo en el que las chicas aprender a cultivar la paciencia, las frustraciones y hasta el desapego porque a veces la pieza se rompe y hay que empezar de nuevo. Pero cuando ven sus piezas terminadas su expresión de felicidad es mi mayor satisfacción“, sumó.
Los beneficios de la cerámica
María Emilia González comanda el taller Mila Pottery, en Godoy Cruz. La mujer expresa que para muchas de sus alumnas es una actividad terapéutica y expone algunos de los beneficios de tomar clases.

“La cerámica no solo ayuda para aumentar la creatividad, la expresión artística, sino también ayuda mucho a reducir la ansiedad, el estrés, la paciencia y tolerancia a la frustración. Y también el hacerlo en grupo ayuda mucho a la parte social, de interacción con otros“, reflexionó.
Una “tendencia” que se instala
María Emilia relata que desde la pandemia ha crecido “un montón” la cantidad de personas que consultan y quieren tomar clases; este año, muchas de ellas impulsadas por videos virales de Tik Tok, que han hecho de la cerámica una “tendencia”.
“La cerámica también se ha puesto muy de moda, sobre todo en las jóvenes, con algunos Tik Tok en tendencia. Y se confunde la idea principal de lo que realmente significa“, añadió.

Anita, por su parte, asegura que la cerámica no es una moda, sino una cantidad que llegó para quedarse.
“Los talleres han crecido mucho, antes nos conocíamos las caras: hoy no podemos conocer a todo el mundo, hay muchísimos talleres. No creo que sea una moda. La moda dura una o dos temporadas y esto ha venido para quedarse“, concluyó.
Si bien cada taller tiene sus propias metodologías, las clases no suelen superar los 10 participantes, con una duración que va de dos a tres horas. Por lo general, hay una modalidad libre en la que que queda alumna puede trabajar en su propio proyecto, bajo la ayuda y guía de la docente, quien también puede sugerir un tema.
En cuanto a los valores, el precio mensual de una clase por semana promedia los $60.000, incluyendo todos los materiales y el horneado de las piezas.