Un informe elaborado por la Universidad Austral advierte que la incertidumbre económica, la crisis climática y el impacto de las políticas de exportación erosionan las expectativas de inversión en el sector agropecuario.
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La confianza del productor agropecuario argentino sufrió un desplome del 21,5% en enero de 2025, según los datos del Ag Barometer Austral, elaborado por el Centro de Agronegocios y Alimentos de la Universidad Austral. Este indicador, que mide la percepción y expectativas del sector, registra su mayor caída desde julio de 2019 y expone la creciente preocupación de los empresarios rurales frente a un escenario incierto.
Los números son elocuentes: el índice general descendió de 149 puntos en noviembre de 2024 a 117 en enero de 2025, manteniéndose apenas por encima del umbral de 100, que marca la diferencia entre optimismo y pesimismo en el sector.
Aunque el agro argentino demostró una y otra vez una notable capacidad de resiliencia a lo largo de los años, el informe deja en claro que los productores enfrentan un contexto cada vez más desafiante, donde la caída de los ingresos, los elevados costos de producción y la persistencia de derechos de exportación amenazan con frenar la inversión y el crecimiento.
Si bien el Ag Barometer Austral ha reflejado vaivenes en la confianza a lo largo del tiempo, el deterioro de la percepción actual es profundo. El Índice de Condiciones Presentes se desplomó un 33% en comparación con la medición de noviembre, lo que refleja la fuerte presión que atraviesan los productores en el corto plazo.
El desánimo también se traslada a la inversión: un 67% de los encuestados considera que no es un buen momento para adquirir activos fijos, lo que implica un freno en la modernización del sector y un obstáculo para mejorar la competitividad de la producción.
No obstante, el panorama a largo plazo parece menos sombrío. El Índice de Expectativas Futuras, aunque también sufrió una caída del 17%, sugiere que los productores mantienen cierta esperanza en que la coyuntura mejore con el tiempo. Parte de este optimismo radica en la posibilidad de una baja continua de los derechos de exportación, una demanda histórica del agro que volvió a ganar protagonismo en los últimos meses.
El impacto de la economía y el clima en el campo argentino
Para comprender este comportamiento de los productores, es necesario analizar los factores que la impulsan. Desde la Universidad Austral explican que los principales responsables de este deterioro son la crisis de rentabilidad del sector, los altos costos de producción y la incertidumbre económica, tres elementos que se combinan para generar un escenario sumamente adverso.
El problema de la rentabilidad responde a una combinación de factores. Por un lado, los precios internacionales de los granos mostraron una tendencia a la baja, reduciendo los márgenes de ganancia de los productores. Al mismo tiempo, los insumos agrícolas experimentaron aumentos significativos, lo que encarece la producción y agrava la ecuación financiera del sector.
En este contexto, el dólar y la inflación también juegan un papel clave: la falta de estabilidad cambiaria y el aumento sostenido de los costos internos afectan la previsibilidad del negocio agropecuario.
Pero el impacto económico no es el único factor que preocupa al sector. La variable climática sigue siendo una fuente de incertidumbre constante. En los últimos años, los productores argentinos enfrentaron condiciones extremas que van desde sequías prolongadas hasta lluvias excesivas en momentos críticos del ciclo productivo. La campaña 2024/25 no es la excepción, y las condiciones meteorológicas adversas ya comenzaron a afectar las proyecciones de cosecha en algunas regiones.
En este contexto de desafíos, el sector agropecuario sigue exigiendo una revisión de la política de retenciones. Hasta el 27 de enero, solo un 19% de los productores esperaba una baja en los derechos de exportación antes de la cosecha, lo que refleja la falta de confianza en que el Gobierno implemente medidas que mejoren la competitividad del agro.
Sin embargo, la decisión oficial de reducir parcialmente las retenciones generó una reacción inmediata en el mercado: un 45% de los productores indicó que acelerará la comercialización de soja, una señal de que los cambios en la política impositiva pueden influir directamente en el comportamiento del sector.
El agro debe afrontar los desafíos estructurales
A pesar de la compleja coyuntura, el sector campo sigue demostrando su capacidad de adaptación. Un dato que se desprende del Ag Barometer Austral es que la mayoría de los productores está financiando sus campañas con recursos propios, evitando depender de fuentes externas en un contexto de tasas de interés elevadas y condiciones de financiamiento poco favorables.
De acuerdo con la medición, el 54% de los productores financió la campaña 2024/25 con fondos propios, sin necesidad de recurrir a créditos bancarios o financiamiento de terceros. Entre quienes sí buscaron financiamiento, el 53% optó por acuerdos con proveedores de insumos, utilizando planes de canje que permiten pagar en cosecha. Solo un 19% accedió a créditos bancarios, lo que demuestra la poca confianza en el sistema financiero actual y las dificultades que representa tomar deuda en pesos en un escenario inflacionario.
Pero más allá de las dificultades económicas y políticas, el sector sigue apostando por la innovación y la sustentabilidad: la adopción de insumos biológicos es una tendencia que sigue en crecimiento, y el 61% de los productores ya utiliza este tipo de tecnologías en sus cultivos. Los inoculantes para semillas son la categoría más popular, seguidos por los bioestimulantes y los biofertilizantes. El principal motivo detrás de esta adopción no es solo el cuidado ambiental, sino también la posibilidad de mejorar los rendimientos en un contexto donde cada punto de productividad cuenta.
El informe de la Universidad Austral deja en claro que el 2025 será un año de grandes desafíos y si bien la confianza de los productores sufrió un golpe significativo, el optimismo aún no desaparece por completo.