Mendoza cuenta con un marco legal desde 2007, pero los controles y campañas de concientización siguen siendo tan insuficientes como el compromiso de sus dueños.

El reconocido neurocirujano Fabián Cremaschi fue atacado el pasado fin de semana por cinco perros pitbull mientras corría en el perilago de Potrerillos. El conmocionante hecho volvió a poner sobre la mesa una discusión recurrente: ¿qué responsabilidades recaen sobre los dueños de animales de gran porte y temperamento fuerte, y cómo se regulan estos casos?
Mendoza cuenta desde 2007 con un “Régimen jurídico para la tenencia de animales peligrosos” (Ley 7.633), que otorga injerencia a los municipios para dictar normas complementarias. De hecho, varios departamentos sancionaron ordenanzas específicas y hasta el Código Contravencional de Mendoza establece sanciones y multas para quienes incumplan con las medidas de seguridad.
Sin embargo, se advierte que los controles en la vía pública son escasos, al igual que las campañas de concientización, lo que hace que las normas se apliquen de manera deficiente. Por si fuera poco, la ley promulgada por la Legislatura y hasta publicada en el Boletín Oficial al día de hoy no ha sido reglamentada.
Más allá de esta particular cuestión en torno a la legislación, el debate gira en torno a un punto clave: ¿existen realmente razas peligrosas? La mayoría de los veterinarios consultados coinciden en que no: “No existen los perros peligrosos, existen dueños irresponsables”, señalan.

Explican que factores como la educación, el entorno y la socialización determinan el comportamiento del animal mucho más que su genética. Además, advierten que no todas las personas están preparadas para convivir con perros de gran tamaño y fuerza, que requieren espacio suficiente y actividad física diaria.
Desde la Subdirección de Zoonosis de Luján de Cuyo, Daniela Vega resaltó a El Sol la importancia de la prevención. “Trabajamos en escuelas porque los niños transmiten hábitos a sus familias. Enseñamos cómo manipular a las mal llamadas ‘razas peligrosas’, pero también reforzamos la vacunación y esterilización”, explicó.
Vega subrayó que, cuando se saca a pasear un perro de gran porte, es obligatorio usar correa, collar y bozal. Además, planteó que hacen falta leyes más claras y estrictas, ya que en muchos casos solo se aplican sanciones leves -como tareas comunitarias- al dueño del animal tras un ataque.
El caso de Ciudad
Más allá de los controles y advertencias que los preventores llevan a cabo en espacios públicos muy concurridos de la capital mendocina, todo queda supeditado a la buena voluntad de la gente a la hora de compartir un lugar común.
En el Parque San Martín o el Parque Deportivo de Montaña, es común ver perros de gran tamaño circulando sin correa ni bozal, pese a la normativa vigente y a los llamados de atención por parte del personal de seguridad que ronda de forma preventiva por esas zonas.
“No hemos tenido problemas de este tipo con perros. Hay un tema reciente y que se volvió viral que de alguna manera deja de manifiesto la postura del municipio respecto al bienestar animal y es el caso del Pato Juan. Estamos permanentemente instando a los vecinos a que paseen a sus perros con correa, sea del tamaño que sea, y si tiene algún antecedente, con bozal”, sostuvieron a este medio desde Ciudad.
En esa línea, explicaron que durante los operativos que lleva adelante el móvil veterinario por diferentes puntos de la comuna, a la concientización verbal por parte de los profesionales se les suman las tradicionales castraciones y vacunas para un mejor control sanitario de las mascotas.
En el caso puntual del Parque Deportivo de Montaña, indicaron que existe cartelería que advierte de la recomendación de llevar a los perros con correa, sumado a los preventores del acceso al espacio que refuerzan el mensaje al ver llegar a personas con sus mascotas, más allá del tamaño que estas tengan. “Lamentablemente, gente desaprensiva hay en todos lados y muchas veces nos encontramos con que no se cumple dicho pedido, obviamente no delante de los preventores, pero la queja nos llega y con toda la razón”, añadieron al respecto.
Corresponsabilidad ciudadana
El Código de Convivencia vigente en la Ciudad de Mendoza desde hace 10 años regula la tenencia responsable de animales, estableciendo sanciones y apercibimientos en casos como mordidas, ataques o incumplimientos. Aunque contempla multas y trabajos comunitarios, el foco principal está puesto en la concientización ciudadana, lo que ha permitido que no se registren incidentes graves en este tiempo.

La aplicación del código se complementa con la labor preventiva del móvil veterinario, que recorre distintos puntos de la Capital para promover buenas prácticas en la convivencia con animales. Gracias a este trabajo sostenido desde 2015, se percibe un cambio cultural: ya no se observan tantos perros sueltos en barrios ni en el centro, lo que demuestra un mayor compromiso de los vecinos con el cuidado y el respeto hacia los animales y la comunidad.
Además, el municipio cuenta con 500 preventores diarios que actúan frente a situaciones vinculadas a la convivencia, interviniendo en primera instancia de manera educativa antes de aplicar sanciones. El caso del pato Juan ejemplifica cómo incluso animales no domésticos deben ajustarse al código. Así las cosas, la normativa no solo busca evitar conflictos, sino que fomenta un modelo de convivencia armónica basado en la educación, la conciencia y la corresponsabilidad ciudadana.
Más allá de las acciones impulsadas desde los municipios, el ataque sufrido por Cremaschi en Potrerillos reaviva la discusión sobre la necesidad de fortalecer los controles, unificar criterios normativos y promover una tenencia verdaderamente responsable que proteja tanto a las personas como a los propios animales.
En este sentido, es clave que la ciudadanía también se involucre y replantee sus prácticas cotidianas. La responsabilidad no debería limitarse a cumplir normas por temor a sanciones, sino a generar conciencia real sobre la importancia de la convivencia armónica entre vecinos y animales en los espacios comunes.
Avanzar hacia una solución sostenible requiere un compromiso horizontal, donde la acción no provenga únicamente de las autoridades, sino del respeto mutuo y la solidaridad comunitaria. Repensarnos como sociedad es dar un paso hacia adelante: cuidar de nuestras mascotas, de los demás y de los espacios compartidos es, en definitiva, cuidar de nosotros mismos.