El cielo africano se llena de drones que entregan medicinas en zonas remotas. Pero su vuelo diario también recolecta valiosos datos meteorológicos, cruciales en un continente con alarmante escasez de información climática.

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Los drones que reparten medicinas en Africa pueden usarse para recopilar datos meteorológicos

El cielo de África empieza a poblarse de drones. En muchos países del continente, estos pequeños dispositivos vuelan cada día para entregar medicamentos, vacunas o bolsas de sangre en zonas a las que los caminos no llegan. Pero detrás de ese servicio esencial se esconde otro potencial igual de valioso: recolectar datos meteorológicos en territorios donde, hasta ahora, la información sobre el clima es escasa y muy difícil de obtener.

Un déficit alarmante de datos meteorológicos

La situación es crítica. África, con una población de alrededor de 1.200 millones de personas, cuenta con apenas 37 radares meteorológicos en todo su territorio. En comparación, Estados Unidos y la Unión Europea, que suman 1.100 millones de habitantes, disponen de 636. Esta enorme diferencia limita la capacidad de anticipar tormentas, episodios de sequía o cambios bruscos de temperatura, fenómenos que impactan directamente en la seguridad alimentaria y en la vida cotidiana de millones de personas.

A este escenario se suman presupuestos públicos ajustados, escasez de medios técnicos y una tendencia creciente a la privatización de los datos, que dificulta su acceso libre y gratuito. Frente a este panorama, cualquier fuente de información adicional se vuelve estratégica.

Drones de reparto que, sin quererlo, también hacen meteorología

Los drones que hoy transportan insumos médicos en África -operados por compañías como la estadounidense Zipline o la alemana Wingcopter- recorren zonas rurales, cruzan montañas y sobrevuelan campos resecos por la sequía. Para planificar sus rutas de forma segura y eficiente, estos dispositivos registran información vital: velocidad y dirección del viento, temperatura, presión atmosférica y otros parámetros que antes quedaban sin medir.

Se trata de lo que se conoce como “datos meteorológicos oportunistas”: observaciones que no fueron pensadas para alimentar modelos de pronóstico, pero que, si se recopilan y calibran correctamente, pueden convertirse en un insumo valioso para mejorar las previsiones en zonas con poca o nula cobertura de estaciones meteorológicas.

Según la propia Zipline, desde 2017 ya se reunieron más de mil millones de puntos de datos meteorológicos durante sus vuelos de entrega en África. Un volumen considerable que, si se comparte de manera abierta con los servicios meteorológicos nacionales y regionales, podría reducir las enormes lagunas de información existentes.

El desafío de validar y compartir los datos

No todo es tan sencillo. Para que estos datos puedan integrarse en los sistemas de pronóstico, es necesario verificar su calidad. Los sensores instalados en drones no siempre responden a los estándares de los equipos meteorológicos tradicionales, por lo que se requieren calibraciones rigurosas y protocolos de control de calidad. A pesar de eso, especialistas coinciden en que, con las validaciones adecuadas, esta información puede cumplir con los requisitos de la meteorología operativa.

La pregunta central es si las empresas que operan estos drones estarán dispuestas a compartir esos datos, y bajo qué condiciones. ¿Serán de acceso libre? ¿Se reservarán para acuerdos comerciales? La respuesta a estos interrogantes definirá el impacto real que podrían tener estas mediciones sobre las comunidades rurales y la capacidad de anticiparse a eventos meteorológicos extremos.

Drones meteorológicos hechos y derechos

Aunque suene novedoso, la idea de usar drones para tareas meteorológicas existe desde hace años. Existen aeronaves no tripuladas diseñadas exclusivamente para tomar datos del tiempo, conocidas como WxUAS (Weather Uncrewed Aircraft Systems). Empresas como la suiza Meteomatics o la estadounidense Windborne fabrican drones y globos que registran datos desde la superficie hasta las capas altas de la tropósfera.

Estas mediciones ya demostraron que mejoran los modelos de pronóstico, sobre todo en variables como humedad y viento, claves para detectar tormentas y cambios súbitos en el tiempo. El problema, en este caso, son los altos costos, la autonomía limitada y las trabas regulatorias que complican su uso masivo.

Curiosamente, los drones de reparto en África sortean varios de estos obstáculos. Su modelo de negocios funciona, vuelan en cielos menos congestionados y gozan de buena aceptación social, porque salvan vidas.

Iniciativas locales y cooperación internacional

En paralelo, también surgen proyectos comunitarios. En Malawi, por ejemplo, universidades y academias tecnológicas desarrollaron drones de bajo costo usando espuma y piezas impresas en 3D. Estos dispositivos podrían sumarse a la red de medición meteorológica, acercando información clave a las comunidades rurales que más padecen los efectos del cambio climático.

Hacia una meteorología más inclusiva

Todo este movimiento podría inaugurar una nueva etapa para la meteorología africana. Si los drones continúan generando datos de forma sistemática y si se garantiza su libre acceso para los servicios públicos y las comunidades rurales, África podría mejorar sus pronósticos, anticipar fenómenos peligrosos y reducir la vulnerabilidad climática.

En tiempos de crisis ambiental y desigualdad tecnológica, estos pequeños aparatos que surcan los cielos africanos no solo salvan vidas. También abren una ventana para conocer mejor el estado de la atmósfera, generar datos donde antes había silencio y construir una meteorología más equitativa y solidaria.

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