La actividad por la que se interesan cada vez más mendocinos y mendocinas, en detalle. Qué son, dónde se aprende a constelar y para qué sirve.
Las constelaciones familiares son una práctica terapéutica alternativa que promete revelar los vínculos ocultos y las dinámicas no resueltas en las familias. De un tiempo a esta parte, están ganando popularidad y cada vez más personas se interesan en ellas.
Este enfoque, que busca sanar traumas y problemas intergeneracionales, se ha convertido en una herramienta crucial para muchos mendocinos y mendocinas que buscan entender su lugar en el entramado familiar y resolver conflictos emocionales profundos. A través de testimonios de quienes participan en esta práctica, el Post intentará abordar cómo y por qué las constelaciones familiares están capturando la atención de tantas personas.
Desde la experiencia personal de Belén a la historia de Jane, quien se está formando para ser mediadora y Virginia, quien dirige un instituto de capacitación para personas que quieren aprender a constelar.
La experiencia personal de Belén
Belén ha constelado en varias ocasiones y su experiencia personal destaca la profundidad y el impacto de esta práctica. “Cuando fui a constelar me informaron que las constelaciones consisten en incluir a todos los excluidos dentro de un sistema familiar y darle un lugar energético a cada integrante”, comentó. Mientras que valoró: “Mi primera experiencia fue muy linda, fui con un síntoma, en mi caso migrañas, y quería ver de dónde se originaban”.
Belén consteló dos veces más de manera individual para abordar distintos síntomas y luego participó en una constelación grupal. “La tercera vez fue grupal y fue sumamente movilizante. Me sentí identificada con las experiencias de otras personas y, energéticamente, ocupaba un lugar que no me correspondía, lo que afectaba mi relación con mi familia”, dijo.
“Luego de constelar, vi cambios en mi círculo familiar, como que mi papá tuvo una novia y mis hermanos y yo nos acercamos más como hermanos, no como figuras parentales”, explicó en cuanto a los resultados.
Belén contó que, desde entonces, ha recomendado las constelaciones a muchas personas, incluidas sus hijas, por el impacto positivo que ha tenido en su vida. “Me sirvió un montón y lo recomiendo”, sentenció.
Jane y su visión como estudiante
Jane, una estudiante en formación de mediación de constelaciones familiares, contó parte de su recorrido en este campo. “Yo venía con una formación en astrología, que había hecho en Blume. Después seguí como autodidacta y Virginia me ofreció formarme en Constelaciones”, explica.
“Era una formación nueva, en constelaciones grupales, y cada formación tiene un nombre. Esta era Inteligencia Vincular”, explicó esta astróloga quien ve a esta formación como un puente para vincularse con otras personas y ayudarlas a sanar algunos temas familiares.
Para Jane, la formación en constelaciones familiares es una forma de ampliar su visión sobre la vinculación humana y entender el entramado familiar, sistémico y colectivo. “El curso dura dos años y medio, y también tenés que asistir a constelaciones para entender cómo se trasladan al presente las imágenes internas que emergen. Hay que hacerse cargo de ese proceso y hacer lugar”, añadió.
En ese marco, Jane destacó la diversidad de métodos en las Constelaciones: “Hay distintas ramas como las clásicas, las estructurales y las empresariales. Pero todo vuelve a la raíz de lo mismo, a la familia de origen y al lugar que ocupamos”.
También hizo referencia a la importancia del constelador y su enfoque: “Cada constelador tiene su estilo y apertura, algunos siguen la línea de Bert Hellinger, el fundador de esta práctica, mientras que otros trabajan con síntomas, anhelos o lealtades”.
Para Jane, las Constelaciones son “una herramienta que utiliza el fenómeno de la representación para que podamos ver lo que nos pasa con otra perspectiva. Es fascinante y nos ayuda a conectar con nuestras raíces y desplegarnos”.
Virginia, formadora de Consteladores
El tercer testimonio en este camino para conocer el boom del momento lo brindó Virginia, quien dirige un instituto de formación en constelaciones llamado Blume (el mismo donde estudia Jane). Como tal, brindó una perspectiva sobre la enseñanza y expansión de esta práctica.
“Me dedico a la tarea formativa desde 2010. Empecé estudiando constelaciones familiares para mi vida personal y luego me dediqué a formar consteladores”, contó. Mientras que remarcó que “lo que más me gusta es dar clases. Actualmente, somos seis docentes y tenemos formaciones, especializaciones y seminarios de profundización”.
El centro Blume cuenta con 100 alumnos cursando formaciones tanto online como presenciales. “La pandemia aumentó el interés y las consultas. Las sesiones grupales valen entre 6 y 8 mil pesos, mientras que las individuales van de 15 a 23 mil pesos”, detalló Virginia.
Por otro lado, Virginia remarcó que las constelaciones se han convertido en una herramienta valiosa para profesionales de diversas áreas, incluyendo abogados y médicos. “Vamos profundizando en temas específicos como abusos sexuales, dinámica suicida y adicciones, y esto atrae a terapeutas y otros profesionales que buscan herramientas para sus prácticas”, sentenció.
Cada vez más mendocinos recurren a constelar
Las constelaciones familiares se han consolidado como una práctica relevante para muchas familias mendocinas que buscan entender y sanar sus dinámicas familiares. Desde la formación y enseñanza, pasando por la experiencia personal y la recomendación a otros, queda claro que esta herramienta terapéutica tiene un impacto significativo en la vida de quienes la practican.
Ya sea para abordar problemas específicos o para entender mejor los vínculos familiares, las constelaciones ofrecen una forma de conectar con el pasado y abrirse a nuevas posibilidades en el presente. ¿Vos te animarías a hacerlo?