Durante 2024, el 73% de las familias contrajo nuevas deudas, y en lo que va de 2025, un 15% sumó compromisos financieros

El 91% de los hogares argentinos registró deudas en mayo, según el último informe del Instituto de Estadísticas y Tendencias Sociales y Económicas (IETSE), en un contexto marcado por la caída del poder adquisitivo y la persistencia de una inflación elevada.

El crédito, especialmente el de tarjeta, dejó de ser una solución transitoria y se transformó en una estrategia de subsistencia.

La principal causa del endeudamiento es la compra de alimentos, que representa el 58% de las deudas con tarjeta de crédito, seguida por indumentaria (15%) y combustibles (11%).

El uso de crédito para necesidades básicas revela el deterioro sostenido del ingreso familiar, que en el primer cuatrimestre de 2024 perdió un 10,38% en términos reales, acompañado por una inflación acumulada de casi el 65% y una devaluación significativa impulsada por el gobierno de Javier Milei.

Durante 2024, el 73% de las familias contrajo nuevas deudas, y en lo que va de 2025, un 15% sumó compromisos financieros. A su vez, el 12% arrastra deudas previas a 2023. La combinación entre nuevas obligaciones y pasivos acumulados refleja la imposibilidad creciente de los hogares para salir del círculo de la deuda.

De hecho, el 34% de los créditos bancarios fueron destinados a la refinanciación de tarjetas de crédito, consolidando un esquema de deuda circular.

El 65% de las familias declaró tener entre dos y tres deudas activas, y el 12% más de tres, lo que marca un incremento respecto al año pasado. Las moras simples o judiciales alcanzan al 76% del total, y los casos judicializados aumentaron seis puntos porcentuales interanualmente.

Mientras tanto, la tarjeta de crédito, tanto bancaria como no bancaria, representa el 30,5% de los mecanismos de financiamiento, superando ampliamente a los préstamos personales o prendarios.

El informe concluye que el endeudamiento familiar en Argentina ha dejado de ser coyuntural para convertirse en una situación estructural. El crédito ya no sirve para acceder a bienes durables o afrontar imprevistos, sino para comprar comida y sostener el consumo cotidiano

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