Los cantantes Caetano Veloso, Gilberto Gil y Chico Buarque lideran con música la protesta en la playa carioca de Copacabana

Decenas de miles de manifestantes salieron a las calles de las principales ciudades de Brasil este domingo para protestar contra la posibilidad de una amnistía al expresidente Jair Bolsonaro, recién condenado a 27 años por liderar un intento de golpe. Las marchas, las más masivas de la izquierda en los últimos años, también fueron espoleadas por la indignación causada en los últimos días por una propuesta de la derecha para modificar la Constitución y blindar a los parlamentarios, que solo podrían ser investigados previa autorización del Congreso. Los gritos de “sin amnistía” predominaron entre los manifestantes.
La protesta en Río tenía el aliciente añadido de asistir a un concierto histórico. Sobre un camión forrado de altavoces, en la playa de Copacabana, fueron pasando algunos de los principales nombres de la música nacional: Caetano Veloso, Gilberto Gil, Chico Buarque, Djavan, Paulinho da Viola… Los veteranos que en su momento vivieron en el exilio y participaron en manifestaciones masivas por la redemocratización en los años ochenta, unidos de nuevo para clamar por la democracia. Gil y Buarque cantaron juntos Cálice, una de las canciones protesta más emblemáticas de la dictadura militar.

Veloso y Gil protagonizaron uno de los momentos más emocionantes, al entonar el estribillo de Divino maravilhoso: “É preciso estar atento e forte, não temos tempo de temer a morte. (Debemos estar alerta y fuertes, no tenemos tiempo para temer a la muerte)“. Los dos octogenarios se fundieron en un abrazo, impecablemente vestidos de verde y amarillo, los colores de la bandera nacional.
Las protestas fueron convocadas y organizadas en tiempo récord y se repartieron por más de una treintena de ciudades. En Río de Janeiro, la marcha tomó buena parte de la playa de Copacabana, tradicional escenario de las concentraciones bolsonaristas. Un muñeco hinchable que representaba a Bolsonaro con el uniforme de rayas de presidiario fue rápidamente rodeado por los manifestantes.

En los últimos días, la derecha brasileña logró aprobar en la Cámara de Diputados que se tramite con carácter de urgencia un proyecto para acortar las condenas a los golpistas del 8 de enero de 2023 y para Bolsonaro, condenado por liderar la conspiración para mantenerse en el poder tras la derrota electoral que sufrió ante Luiz Inácio Lula da Silva.
La misma izquierda que hace apenas unos días brindaba y lanzaba fuegos artificiales al saber que Bolsonaro había sido condenado con una larga pena de prisión, ahora salía a la calle para asegurarse de que no salga indemne. “No da tiempo de descansar, tenemos que estar siempre alerta en las calles. Tenemos el poder de cambiar las cosas, y nosotros no vamos a desistir, porque ellos no desisten”, comentaba Marcelo Xavier, un diseñador gráfico sorprendido gratamente con la magnitud de la manifestación. La izquierda estaba un poco “adormecida” últimamente, recuerda.
La marcha de Río movilizó a unas 42.000 personas, una cifra similar al público que el bolsonarismo reunió en el mismo escenario en medio del juicio contra el expresidente. La marcha de Sâo Paulo reunió otro tanto, según un grupo académico especializado en estos recuentos.
A pesar de que la convocatoria partió de movimientos sociales, partidos de izquierda y sindicatos, apenas se vieron banderas partidarias, pero sí brotaron aquí y allá las enseñas nacionales. Los progresistas brasileños llevan tiempo intentando recuperar los colores patrios, secuestrados desde hace tiempo por la extrema derecha.
Aunque no era el tema del día, también hubo algunas alusiones a la soberanía de Brasil y críticas a las injerencias de Donald Trump, que se empleó a fondo para intentar frenar el juicio a Bolsonaro. En la avenida Paulista de São Paulo, los manifestantes desplegaron una gigantesca bandera brasileña, en el mismo punto donde el 7 de septiembre, el Día de la Independencia de Brasil, los manifestantes bolsonaristas exhibieron una enorme bandera de EEUU.