Están en plazas y paseos, al costado de una calle o debajo de algún puente. Las historias detrás de los fríos números de las estadísticas.

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 Diario Mendoza Today

Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte, pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca”. Así comienza el poema “Los Nadies” de Eduardo Galeano.

Y mientras caía la tarde en Mendoza lentamente comenzaba a iluminarse el Patio Callejero, al lado de la Iglesia de La Merced, en la cuarta sección. Hombres y mujeres; ancianos y jóvenes se reunían por igual buscando un plato de comida que ayudara a pasar la noche, como cada día en ese pequeño espacio, oculto a simple vista.

Gonzalo Alcázar tiene 31 años. Es uno de los tantos voluntarios del grupo Amigos de la Calle, de la Pastoral de la Calle. De barba prolija y mirada amable, se encuentra detrás del mesón donde una gran olla prepa la comida que calmará un poco el dolor de esa noche.

En diálogo con Diario Mendoza Today expresó: “Nosotros lo primero que hacemos es darle de comer a la gente en situación de calle. Siempre mayores de 18 años, porque acá estamos a mil y muchas veces no podemos darles mucha atención si vienen adolescentes o niños, además nosotros estamos hasta las 9 o 10 de la noche y es un horario en el que no pueden estar en la calle. Muchas veces vienen personas con niños, nosotros les damos una vianda, pero siempre avisando que no pueden entrar con los niños”.

La ayuda que realiza la Pastoral de la Calle va más allá de un plato de comida caliente, teniendo en cuenta que las necesidades de las familias no son solamente alimentos. “tenemos como varios lugares donde pueden conseguir ropa, frazadas. Nosotros los anotamos en una lista y ellos después van a La Consolata, a unas cinco cuadras, en San José, que es donde ellos reciben todo lo que nos han pedido”.

“en la población entre 18 y 60 años las necesidades que tienen son alimentación, atención médica, ropa, frazadas. De hecho, ahora con el tema de que la policía o la municipalidad ha empezado a sacarle las colchas y todo, es mucho más lo que te piden. O sea, ellos antes dormían en las rendijas del zanjón y la policía les sacaba y les metía las frazadas dentro de los camiones de basura y volvían a pedir. “Che, la policía me tiró la ropa, me quedé sin nada”, entonces ahí vamos haciendo los pedidos”.

Necesidades en aumento 

El informe de la Dirección de Estadísticas e Investigaciones Económicas (DEIE) de Mendoza reveló que las líneas de pobreza e indigencia en el mes de septiembre de 2025 para una familia Tipo 2 (compuesta por dos adultos y dos menores) son de $1.064.293,40 y $436.185,82 respectivamente.

En este sentido, Agustina Quiroga, otra de las voluntarias que trabaja los miércoles en la noche expresó a Diario Mendoza Today el incremento de las necesidades de la gente: “Hemos tenido que aumentar la ayuda, por lo menos en estos dos meses, como 4 kilos de comida diaria. Por día hacemos, por lo menos en fideos, arriba de 15 kilos, un poco más”.

A lo que Gonzalo agregó: “Nosotros estamos calculando que vienen entre 80 y 150 personas por día, hay veces que vienen 80 personas, 70 y otros días que te pueden llegar 200. Los domingos en general vienen más personas”.

Adrián tiene 52 años y hace 8 meses que está en situación de calle. Con los brazos apoyados en una bobina de cable qué hace las veces de mesa espera su plato de comida “Yo estoy en situación de calle, pero no consumo, no soy alcohólico, no soy drogadicto, no soy ludópata, simplemente estoy en la calle por situación del sistema. Las empresas les bajan los números y despiden gente”.

Y agregó: “En mi caso me levanto a la mañana, yo hago una carpita cerca del hospital Italiano, y salgo a buscar trabajo, y no encuentro. Te dicen las típicas cosas, te llamamos, nada más. Me encontré con un solo trabajo que me dijeron la posta: me sirve tu currículum, tenés experiencia, pero buscamos gente hasta 30 y pico de años. Es una cosa empresarial, eso es lo que yo veo, simplemente por tener 52 años no te dan trabajo, estás sacado el sistema; estoy sacado del sistema”.

“Me mandaron a un albergue, por parte de Contingencias. Mira, los albergues son lo peor que hay, no hay un control del gobierno, no hay un control real. En los albergues es más peligroso que estar en la calle porque te roban, lo poquito que vos tengas, te lo roban. Adentro de los albergues es donde más albergan adictos y cuando entran en abstinencia, lo poquito que vean, cualquier cosita les sirve para venderlos. No hay control de gobierno”

Respecto al aumento de personas en situación de calle, Adrián expresó: “Ha aumentado un montón y sumale los que se están viniendo de otras provincias creyendo que Mendoza está llena de trabajo. Te vas a encontrar acá con salteños, jujeños, catamarqueños. Se vienen a Mendoza porque creen que hay un montón de trabajo y se encuentran con la realidad que no consiguen y entran en este sistema y bueno, si no tenés una red de contención no tenés forma de salir”.

“Acá (por el Patio Callejero) estás hablando, no sé, de 80 personas, pero hay más. Muchos se las rebuscan pidiendo, están repartidos, por Peatonal, Arístides. por la San Martín. Acá no está la totalidad, si vos ahora en este momento pusieras a alguien a recorrer vas a encontrar otras 100 personas, y más también”.

Y con la voz entrecortada finalizó: “¿Por qué tengo que llegar a esto? si yo sé leer, escribir, sé trabajar. No me dan trabajo por la edad. A mí me encantaría comprarme mi ropa, mi comida y no me dan trabajo. Y tengo que seguir, mañana tengo que seguir buscando trabajo y pasan los días, y pasan los meses y no hay nada”.

En un costado, entre risas apagadas y sonrisas momentáneas, sentada al borde de una larga banca de madera se encuentra una señora de unos 70 años tomando una taza de mate cocido. Su nombre es Paulina: “Soy jubilada, y bueno, no me alcanza, por eso salgo a rebuscarme por acá, por allá. Junto aluminio también, y bueno, con eso algo ayuda”. Yo casi prácticamente vivo en la calle y tengo una piecita para ir a dormir”.

Y continuó: “desde la tarde ya vengo acá, voy a las plazas, donde dan más comida, porque realmente no me alcanza. Yo pago una pieza para mí y mi hijo que está enfermo, que me cobran cien mil y algo. El agua, la luz, me sale otro ciento y algo. Para la comida no nos alcanza, a veces no hay”.

“Yo no puedo trabajar, antes yo trabajaba en una empresa de limpieza, por eso me jubilé y después seguí trabajando en casa de familia, pero me caí de una escalera y de ahí ya no puedo trabajar. Ya son dos años así, estoy parada totalmente. Antes salía a vender, pero ahora no puedo alzar peso, no puedo hacer nada”.

“Yo no he vivido en la calle, yo siempre he tenido una piecita para tener mis cositas. No tengo gran cosa, pero bueno, por lo menos tengo un techo cuando hace frío”.

La dura realidad de los niños

Según datos del INDEC, durante el primer semestre de 2025 el 45,4% de los niños de 0 a 14 años vivía en hogares pobres, cifras que se condicen con la experiencia de los voluntarios y las personas que se acercan al Patio Callejero en busca de comida.

En este sentido, Paulina expresó que ve muchas mujeres con niños en las calles. Lo mismo indicaba Adrián “están por ejemplo al lado del Zanjón (Cacique Guaymallén), si vos pasas ahora, está el niñito sentado en la vereda y la madre ahí en la esquina pidiendo plata. Si vas a la Arístides hay niñitos, nueve años, siete años, nenitas, y la madre está enfrente mandando a los niños. Ha vuelto a lo que era antes”.

Mariana Galli Guarino es profesora de Educación Especial, trabaja en docencia tanto pública como privada y es prestadora de 15 obras sociales. Respecto de la pobreza en los niños expresó: “Desde mi experiencia trabajando como docente en la modalidad de Educación Especial, veo que la pobreza impacta directamente en los chicos. Muchos llegan a la escuela en condiciones de higiene vulnerables, sin merienda ni útiles, y con frecuencia piden más comida. A veces tenemos que organizar colectas o buscar la manera de recaudar dinero para que puedan participar de los paseos o actividades, porque las familias no pueden cubrir esos gastos”.

“También se nota que muchos no duermen bien, llegan cansados, con poca disposición para trabajar en el aula. Los padres suelen contar que se quedaron sin trabajo y, en algunos casos, piden ayuda alimentaria a la escuela”.

“En mi trabajo en el sector privado, con familias que cuentan con obras sociales, la situación tampoco es muy distinta. Hay padres que, al ser despedidos, pierden la cobertura y con eso las prestaciones que sus hijos con discapacidad necesitan”.

Y finalizó:” en mi rol como docente de apoyo en escuelas se ve mucha inasistencia, falta de recursos básicos y chicos que claramente tienen hambre. Todo eso influye mucho en su aprendizaje, su ánimo y su posibilidad de sostener la escolaridad”.

Respecto a la ayuda por parte del Gobierno de Mendoza, Gonzalo Alcázar expresó: “Que nosotros percibamos, no. Tampoco somos de pedir algo. O sea, siempre hemos tratado de dialogar. De hecho, este invierno que estuvo bastante complicado quisimos hablar con el gobierno para que tuvieran más atención el tema de los hogares y albergues, pero no tuvimos mucha respuesta”.

“hemos recibido ayuda de sedes, del Rotary Club, del Huentala, que por ahí abren parte del establecimiento para dar camas y es con lo que contamos. De parte nuestra sí contamos con donaciones del Santuario de Schoenstatt, que es de este grupo que nos da la comida, pero es generalmente parte privada”.

Diario Mendoza Today intentó, sin éxito, obtener información del Gobierno de Mendoza sobre los programas que se encuentren activos para mitigar la dura realidad de cientos de personas. Pero tanto desde el área de Desarrollo Social como de Contingencias no dieron declaraciones al respecto.

Y mientras el Estado permanece en silencio, la pobreza tiene una cara y un nombre. Es Adrián, que a los 52 años busca trabajo; es Paulina, que junta aluminio para pagar un cuarto donde dormir. Son los cientos que cada noche encuentran abrigo en la ayuda de otros, porque detrás de cada abrigo entregado, de cada plato servido, está la solidaridad de quienes no miran hacia otro lado.

Quienes deseen colaborar pueden comunicarse con Gonzalo Alcázar, del grupo Amigos de la calle del Santuario de Schoenstatt al 261 594 1521.

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