La salud auditiva se ve comprometida cuando los niveles de ruido exceden ciertos umbrales. Prevenir estos daños está al alcance de todos.
La exposición a música fuerte es un problema que afecta cada vez más a personas de todas las edades, especialmente a los jóvenes. Tomar medidas sencillas y ajustar algunos hábitos pueden hacer la diferencia entre una buena audición y problemas irreversibles.
La conexión entre el disfrute de la música y el daño auditivo no es algo nuevo. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ya ha advertido que, si no se toman precauciones, el 50% de los jóvenes de entre 12 y 35 años están en riesgo de sufrir pérdida de audición debido a la exposición prolongada a sonidos fuertes, especialmente a través de dispositivos personales como auriculares y en eventos con música en vivo.
La exposición a volúmenes altos
Escuchar música a altos niveles de volumen durante periodos prolongados puede causar daño en las células del oído interno, específicamente en las células ciliadas. Estas células son responsables de convertir las ondas sonoras en señales eléctricas que el cerebro interpreta como sonido. Una vez dañadas, no se regeneran, lo que resulta en una pérdida auditiva irreversible.
Según un estudio publicado por la National Institute on Deafness and Other Communication Disorders (NIDCD), la exposición a sonidos por encima de los 85 decibelios puede comenzar a causar daño auditivo si se mantiene durante más de ocho horas. Los conciertos y el uso de auriculares a volumen máximo pueden superar fácilmente los 100 decibelios, acortando el tiempo de exposición segura a solo minutos.
La pérdida auditiva por música fuerte puede desarrollarse de forma lenta y casi imperceptible, pero sus consecuencias son profundas. Dificultad para seguir conversaciones, necesidad de subir el volumen de dispositivos, y la aparición de tinnitus, son algunos de los primeros signos. “El tinnitus o zumbido en los oídos es una señal clara de que el oído ha sufrido una sobreexposición al ruido”, explican expertos de la Hearing Health Foundation.
Factores de riesgo y cómo prevenir el daño auditivo
Para cuidar nuestra audición y evitar consecuencias a largo plazo, es importante tener en cuenta algunos factores de riesgo y seguir ciertas pautas:
- Uso de auriculares. Mantener el volumen por debajo del 60% es recomendable para evitar el daño. Además, los auriculares que aíslan el ruido externo son mejores que los que no lo hacen, ya que permiten escuchar a niveles más bajos.
- Frecuencia de exposición. Cuanto más tiempo pasamos expuestos a música fuerte, mayor es el riesgo de pérdida auditiva. Limitar la exposición en eventos y descansar los oídos es fundamental.
- Ambientes con ruido elevado. En lugares como discotecas o conciertos, es recomendable usar protectores auditivos que reduzcan la intensidad del sonido sin comprometer la experiencia.
Consejos para cuidar la salud auditiva
Según la American Speech-Language-Hearing Association (ASHA), seguir estas pautas puede marcar una gran diferencia para mantener una buena salud auditiva:
- Descansar los oídos. Tras exposiciones prolongadas, dar tiempo para que el oído se recupere es clave.
- Revisiones auditivas. Realizar chequeos periódicos con un especialista permite detectar problemas de manera temprana.
- Uso de auriculares de cancelación de ruido. Estos dispositivos ayudan a escuchar música a un volumen más bajo, sin la necesidad de competir con el ruido ambiental.
- Limitar el uso de auriculares. Es recomendable usar auriculares solo por periodos cortos, y no de manera continua durante varias horas al día.
Según un artículo publicado en Mayo Clinic, reducir el tiempo de exposición a volúmenes elevados y alternar con periodos de silencio puede ser una de las estrategias más efectivas para proteger nuestra audición a largo plazo.
Además, escuchar música de forma responsable no solo previene daños, sino que también aporta muchos beneficios al bienestar físico y emocional. La música a volúmenes seguros puede mejorar el estado de ánimo, aumentar la concentración y productividad y reducir el estrés y la ansiedad. Ajustar los hábitos de escucha también puede mejorar la calidad del sonido que percibimos.