Tortuguitas rotas, lomos de burro altísimos, badenes invisibles. La aventura de conducir sin romper cubiertas, tren delantero o tener un accidente de tránsito
Colocados con el fin de reducir la velocidad, los serruchos, badenes y lomos de burro muchas veces resultan una trampa para los conductores, que rompen vehículos y hasta ponen en peligro su integridad física debido a su presencia en la calzada. En más de un caso, el estado en el que se encuentran es deplorable. Foto: Diario UNO / Axel Lloret
Una de las mayores quejas de quienes son parte del tránsito diariamente por el Gran Mendoza, son la cantidad de reductores de velocidad de todo tipo colocados en ocasiones en lugares poco visibles o en un estado de pésima conservación que no solo son peligrosos para los vehículos, sino que pueden provocar accidentes.
Diario UNO realizó una recorrida de dos horas por distintos puntos del Gran Mendoza donde los serruchos (filas de tortuguitas amarillas) están destruidos, los lomos de burros son casi montañas y los badenes no se ven. Es solo una pequeña muestra de lo que estamos acostumbrados a padecer quienes manejamos el 90% de nuestro tiempo en la Ciudad.
La rotonda del centro comercial Portal de los Andes: un lomo de burro de la altura de un escalón te espera.
Foto: Diario UNO / Axel Lloret
Un padecimiento diario en primera persona
Esta no es una nota más de la que usted está acostumbrado a leer los domingos, quizás de temática más apacible que el resto de la semana. Esta es una nota acerca de cómo los reductores de velocidad de tránsito ubicados en el Gran Mendoza están ahí para arruinarnos el tren delantero y por qué no un poco la vida, a usted, a mi, al colectivo de la línea 824, el señor que reparte la soda y a la señora que tiene un transporte escolar.
Los típicos serruchos para reducir la velocidad ubicados en distintos puntos del Gran Mendoza duran poco y se rompen mal, llevándose consigo tus neumáticos.
Diario UNO / Axel Lloret
Porque en esto estamos todos hermanados, usted y el vecino que le estaciona la moto en su vereda: todos hemos roto una cubierta en una “tortuguita” –especie de tachuelas amarillas de un plástico de dudosa tolerancia al tráfico colocadas estratégicamente en las esquinas donde no hay semáforos o la gente no mira los discos PARE- reventada, o nos hemos tragado un badén de lleno, o saltado hasta el techo del auto con unos lomos de burro que los escaladores pueden utilizar para entrenar el ascenso al Aconcagua.
Acá no se trata de colores políticos, culpas al azar, sino de la peligrosidad de la mala colocación, el mal estado y la falta de mantenimiento de estos reductores de velocidad que han provocado más de un accidente.
Primera estación: las tortuguitas deshechas
Este diario eligió la calle Las Cañas, en las cuadras previas al centro comercial La Barraca para mostrar la deshecha composición de las “tortuguitas amarillas”: Las que cuando recién se colocan el asfalto son desagradables al deslizamiento de las ruedas del auto, pero rotas son una emboscada, una línea directa con la gomería.
Es que en su interior, las “tortuguitas” están colocadas con una especie de bulones que están ahí, agazapados para reventar tu cubierta y la mía. Y de hecho, lo hacen: más de un lector de esta nota ha sido afectado por una tortuguita sin caparazón.
Hay una segunda versión de las tortugas amarillas, y son una especie de adoquines colocados en las esquinas, más humildes y más despintados y descoloridos, que quedaron de otra época y que también están allí para romperte el corazón y una rueda.
Estas las encontramos en Godoy Cruz, en la esquina de Ricardo Rojas y Ramos Mejía de Godoy Cruz.
Segunda estación: lomos de burro o montañas encubiertas
Hay sitios en el Gran Mendoza, donde los famosos y nunca bien ponderados lomos de burro pueden ser un pasaje directo al mecánico que se dedica a recomponer tren delantero de los vehículos, pero también a la guardia de un hospital: quien accidentalmente se los “trague” puede terminar con heridas en el cuero cabelludo, ya que la cabeza impacta de lleno con el techo del auto.
Los lomos de burro en el ingreso al centro comercial de la calle Boedo de Maipú: si va distraído, considere una visita directa a su mecánico de confianza. Adiós al tren delantero.
Foto: Diario UNO / Axel Lloret
Esto es algo que viví en carne propia en la calle Boedo de Maipú, donde, si bien los lomos de burro están señalizados, si una persona no pertenece a esta zona y accidentalmente se lleva puesto uno de estos reductores de velocidad, tendrá que rogar que las consecuencias no sean demasiado graves. Es que literalmente se trata de escalones, cuya meseta no es suave.
Cuando quien conduce lo ve de golpe, ya es demasiado tarde: ya subió y bajó por una loma, sin estar preparados para ello.
Para complicar más la situación, esta arteria es doble mano, por lo cual la vuelve aún más peligrosa.
La entrada del centro comercial de la calle Boedo, de Maipú. Quien recibe es uno de los lomos de burro más altos del Gran Mendoza.
Estos increíbles monstruos urbanos se encuentran en varios puntos del Gran Mendoza, frente al club Antonio Tomba, en la calle Balcarce de Godoy Cruz y por la misma calle, en la rotonda de acceso al centro comercial Portal de Los Andes
La peligrosidad del lomo de burro que se ubica en calle Barcala de Godoy Cruz, en el ingreso al club Antonio Tomba. Nótese la altura del “escalón” que se forma.
Esto es algo que viví en carne propia en la calle Boedo de Maipú, donde, si bien los lomos de burro están señalizados, si una persona no pertenece a esta zona y accidentalmente se lleva puesto uno de estos reductores de velocidad, tendrá que rogar que las consecuencias no sean demasiado graves. Es que literalmente se trata de escalones, cuya mesta no es suave.
Cuando quien conduce lo ve de golpe, ya es demasiado tarde: ya subió y bajó por una loma, sin estar preparados para ello.
En la calle Balcarce de Godoy Cruz, los lomo de burro tipo montañas están a la orden del día: en el ingreso a la rotonda del Easy, está uno de los más elevados de la Ciudad. Nótese la altura de la parte delantera del colectivo al cruzar.
Ni más ni menos que escalones. Compruébelo con sus propias ruedas. Suerte con eso.
Tercera estación: baden que me hiciste mal
Al contrario de las peligrosas elevaciones del suelo de los lomos de burro, los badenes son una depresión en la calzada que nos puede llevar a las puertas del infierno.
Los badenes, si bien ya han sido dejados de lado por los anteriores reductores de velocidad mencionados, siguen existiendo en algunos puntos de la Ciudad, este medio eligió dos para señalar que su estado no es el mejor.
¿Usted ve el baden? nosotros tampoco. El conductor de la camioneta lo vio e incluso el tren delantero de su vehículo de reparto quedó dentro de él. Se ubica en Martínez de Rozas y Manuel A. Sáez de la 5° sección y está absolutamente despintado.
Uno de ellos está colocado a metros de una escuela secundaria, en la calle Coronel Plaza, de la Ciudad de Mendoza. Literalmente, no se ve. Da fe quien transita por la zona y debe recordar su existencia porque no es fácil de detectar.
El otro, ubicado en la esquina de la calle Martínez de Rozas y Manuel A. Saez, tiene la propiedad de ser invisible, hace un tiempo fue repintado porque no era sencillo de detectar, salvo para los avezados conductores locales.
Qué dice la Ley de Tránsito sobre los reductores de velocidad
La Ley de Tránsito de Mendoza es la 9.024, reglamentada en 2017. En su decreto reglamentario 326/18, la legislación permite la colocación de reductores de velocidad y las obras municipales tendientes a garantizar la seguridad vial.
En este decreto se detallan los reductores de velocidad permitidos, e incluso, la medida y el diseño de los mismos.
Sin embargo, la realidad supera la legislación y en muchos casos, estos reductores colaboran con la inseguridad: puesto que provocan accidentes y roturas en los vehículos.
Con seguridad, el cartel que indica “lomo de burro” no le hace honor al tamaño y la peligrosidad del reductor de velocidad ubicado en la entrada del Tomba.
Foto: Diario UNO / Axel Lloret
En 2021, el exlegislador Mario Vadillo, presentó un proyecto de ley para prohibir el uso de serruchos (tachuelas o tortuguitas) en la calzada como reductor de velocidad, proyecto que no prosperó.
La peligrosidad de estos reductores en mal estado, despintados o rotos, animaron la realización de un pedido de informe, presentado por el presidente del bloque PJ en Diputados, Germán Gómez.
En este, el legislador solicitada información detallada y puntual a la dirección de Seguridad Vial acerca del número de reductores de velocidad instalados en la provincia, el estado en el que se encontraban –tipo de pintura y material utilizado, altura de las mesetas- tipo de señalización implementada. Reparaciones y mantenimiento de los reductores de velocidad, presupuesto destinado a estos efectos y planes para mejorar la problemática.
Los huecos donde solía haber “tachuelas” amarillas. Calle Las Cañas y Berutti, de Guaymallén.
Foto: Diario UNO / Axel Lloret
Detallan en el pedido información sobre:
- Número de reductores de velocidad que se han instalado en los últimos dos años en la provincia de Mendoza;
- Estado en que se encuentran -tipo de pintura y material utilizado, como altura de las mesetas-;
- Señalización empleada para alertar a los conductores de la presencia de los mismos;
- Reparaciones y remodelaciones que se estén realizando en dichos reductores;
- Presupuesto destinado para reparaciones y la correspondiente señalización;
- Proyectos en los que se esté trabajando para mejora en tal problemática